Fouché by Louis Madelin

Fouché by Louis Madelin

autor:Louis Madelin [Madelin, Louis]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Referencia, Historia
editor: ePubLibre
publicado: 1955-09-15T00:00:00+00:00


CAPÍTULO XVI

SEGUNDA DESGRACIA

Fouché esquiva provisionalmente la desgracia.—El emperador le necesita para preparar la opinión sobre el divorcio.—Fouché se presta a ello.—Espera y aconseja el matrimonio ruso.—Se decide el matrimonio austríaco.—Las consecuencias que se esperan de ello en lo que concierne a Fouché. Éste, sin embargo, piensa conjurarlas. Quiere acercar al emperador a Inglaterra. Sus ideas sobre esta cuestión.—La misión Fagan.—El duque de Otranto introducido en otra negociación, se hace con ella.—Intervención del financiero Ouvrard. Presentación de Labouchére. Éste ve a lord Wellesley y no obtiene nada.—Nueva misión dada a Labouchére por el emperador.—Fouché sustituye sus instrucciones por las del soberano.—Nuevas entrevistas de Labouchére con lord Wellesley.—Napoleón descubre por casualidad algunos indicios de esta intriga.—El Consejo de Ministros del 2 de junio. Violenta interpelación del emperador a Fouché.—El 3 anuncia al Consejo la destitución del ministro. El emperador le nombra gobernador de los Estados romanos. Fouché obtiene del duque de Rovigo quedarse algunos días en el Ministerio y se encierra allí con Gaillard para quemar papeles.—Sobresalto en París al conocer la destitución del duque de Otranto. Sentimiento general de inquietud. Actitud de Fouché. Es nombrado ministro de Estado.—Se retira a Ferriéres. Se descubre el asunto Ouvrard, luego la negociación Fagan.—Estupefacción del emperador. Napoleón hace reclamar los papeles.—Fouché rehúsa devolvérselos en cinco ocasiones.—Cae definitivamente en desgracia y es exiliado.—Huye a Italia, trata de embarcar para América, luego vuelve a Francia y recibe la orden de retirarse a Aix.—Finge marcharse allí contento.—Parecen olvidarle.

Para sorpresa y a despecho de sus adversarios, Fouché no fue despedido. Napoleón había obedecido en esta circunstancia a varias consideraciones. Ciertamente apreciaba mucho los servicios prestados; pesaban menos, sin embargo, los que esperaba en un futuro próximo.

El soberano volvió de Austria resuelto a divorciarse, y era útil preparar a la opinión. Fouché, que desde hacía dos años lo ensayaba espontáneamente, era el indicado para llevar a buen término la empresa.

Estaba tanto más dispuesto cuanto que después de su famosa gestión cerca de la emperatriz era muy mal tratado por los amigos de Josefina. El divorcio se convertía, pues, para el hombre en una cuestión personal y nadie podía dudar de que se pondría a trabajar en ello con todo celo.

Lo hacía con notas cuyo origen era bien conocido y con propósitos precisos que, ahora, el emperador ya no reprimía.

En verdad, el asunto encerraba algún riesgo para el exconvencional. El emperador no se divorciaría más que para contraer un matrimonio principesco; estaba vacilando entre una princesa rusa y una princesa austriaca, especialmente la archiduquesa María Luisa. Los partidos, en esta circunstancia, tomaban posiciones muy claras. Cuantos estaban contra el espíritu de la Revolución se declaraban en favor del matrimonio austríaco, que haría de una resobrina de Luis XVI y de María Antonieta, la soberana de Francia; naturalmente, todos los que, de Cambacérès a Murat, estaban en favor de la Revolución, preconizaban el matrimonio ruso. Fouché se metió en la disputa; en sus notas secretas al emperador exponía como profundamente impopular la posible elección de una princesa del antiguo régimen. Por otra



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